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Lo político, lo legal y lo técnico del software libre

He escuchado a personas que admiro y respeto sostener que el software libre no es una buena herramienta de trabajo porque se trata de un movimiento adolescente, caótico y desorganizado, del cual no se puede esperar sino programas gratuitos en los que no se puede confiar. Creo que este estereotipo se sostiene en parte por falta de información. La verdad es que el software libre y de código abierto es un movimiento mundial que tiene facetas tanto políticas como legales y técnicas, todas muy organizadas.

Para ofrecer algo de información que permita salir del estereotipo, definiré por un lado «software libre» y por otro lado «código abierto», puesto que estos dos términos agrupan asuntos de distinta naturaleza. Como veremos, la gratuidad del software no hace parte de ninguno de los términos y el conjunto garantiza de forma muy potente la confianza que se puede esperar cuando uno usa este tipo de software.

Para empezar, podemos definir «software libre» como una categoría en la que caben los productos informáticos que se construyen siguiendo una cierta posición política y que están cobijados bajo cierto marco legal. La posición política consiste en sostener que los usuarios, además de poder usar el software para cualquier propósito que deseen (libertad 0), deben tener la oportunidad de estudiar cómo funciona internamente (libertad 1) y, a su vez, deben disponer de las condiciones para distribuirlo (libertad 2) y para mejorarlo (libertad 3). Cualquier programa que permita estas cuatro libertades (de uso, de estudio, de distribución y de mejora) cabe dentro de la categoría «software libre».

El software libre supone que quien programa le comparte al público en general todos sus secretos y también supone que nadie (especialmente ninguna corporación) puede apropiarse individualmente de ningún aspecto de la programación para impedir su circulación. Para que esto sea posible, los militantes del software libre se han apoyado en las leyes de propiedad intelectual de los Estados Unidos y han creado el marco legal necesario para sostener su proyecto político. Así pues, el marco legal del software libre consiste en unas licencias, compatibles con las leyes estadounidenses de copyright (derechos de autor), que establecen las condiciones adecuadas para garantizar las cuatro libertades. Cualquier programador puede atribuirle estas licencias a sus piezas de software para garantizar que sean libres.

Aquí es donde sea aclara el asunto de la gratuidad: estas licencias contemplan las condiciones en las que quienes participan pueden obtener beneficios económicos. La gratuidad del software no es condición para que sea libre ni tampoco una consecuencia de la aplicación de las licencias. De hecho, hay muchas compañías que venden software libre y de código abierto de forma exitosa (por ejemplo RedHat, Collabora, Zimbra, entre otras). Eso hace parte de lo que ha mantenido con vida el movimiento a lo largo del tiempo.

En general, podemos notar con lo definido que la categoría «software libre» es de naturaleza política y legal y no de naturaleza técnica. Quiero hacer énfasis en que los contenidos políticos y los instrumentos legales en los que se basa son muy precisos: cuatro libertades bien definidas y un conjunto de licencias legalmente soportadas, todas orientadas a la programación de software.

Desde mi punto de vista, la creación del software libre fue necesaria para que una cierta comunidad científica (la de los programadores) pudiera circular su conocimiento como cualquier otra, sin que una corporación lo impidiera amparada en el derecho al secreto comercial. El resultado es que hay software que permite la circulación del conocimiento científico y que es al mismo tiempo comercialmente viable. Creo entonces que no es exacto decir que se trata de un movimiento de adolescentes (a pesar de que muchos se entusiasmen); más bien parece un movimiento de adultos profesionales que están defendiendo de forma legítima sus intereses como comunidad de conocimiento, sin excluir sus intereses comerciales.

Pero no todo es político y legal en el movimiento. Hay un aspecto técnico común a todos los programas de software libre: el código fuente debe ser accesible para que quien quiera, pueda estudiarlo, distribuirlo y mejorarlo. Esto nos lleva a la segunda categoría que nos proponíamos definir: «código abierto».

«Open source» (‘código abierto’ en inglés) es una categoría que designa los programas desarrollados mediante una técnica con la que se organiza sistemáticamente la participación colectiva en la programación de software. La técnica consiste en publicar en una infraestructura informática (por ejemplo Git) todos los detalles de diseño (es decir, el código fuente) para organizar los aportes del público de manera coherente y funcional. Alrededor de esta infraestructura se forma una comunidad de expertos que efectivamente participan en el diseño y el mejoramiento del software.

Esta técnica requiere de una organización jerárquica para poder funcionar: para cada programa concreto debe haber un coordinador que se encarga de seleccionar los aportes que serán incorporados al código fuente. Los participantes se organizan en grupos más pequeños según sus capacidades e intereses. Para que funcione el sistema, todos los aportes deben estar cuidadosamente planificados, definidos y organizados.

Con esto en mente, podemos afirmar que la categoría «código abierto» es de naturaleza técnica, aunque no por ello deja de tener ciertos aspectos sociales. También podemos afirmar que el código abierto está estrechamente vinculado a los aspectos políticos y legales propios del software libre, puesto que de otro modo no tendría sentido. Pero quizá lo más importante sea afirmar que el código abierto es una técnica de trabajo altamente sofisticada, que dista mucho de ser algo caótico o desorganizado: se basa en plataformas informáticas muy reguladas y funciona con comunidades disciplinadas.

En definitiva, el software libre y de código abierto se basa en instrumentos claros y bien definidos, tanto políticos como legales y técnicos, razones por las cuales es un tipo de software en el que se puede confiar. El problema es que el estereotipo se mantiene en países como Colombia porque aun no vemos muchas empresas que ofrezcan implementación y soporte de este tipo de software de manera profesional.

Por supuesto, si las personas que implementan este tipo de software no tienen conocimientos suficientes (por ejemplo, si son aficionadas o si solo están formadas en las capacitaciones «gratuitas» de software privativo), entonces es cierto que el software libre y de código abierto no será confiable. Sin embargo, hay que decir que el software privativo también fallaría si fuese implementado sin conocimientos suficientes.

Finalmente, hay que decir que un buen indicador de que el software libre y de código abierto se está implementando de forma correcta es que se está pagando por él. Es obvio que si uno quiere un producto de calidad y un servicio efectivo, debe invertir algún dinero en eso. Ojalá se multipliquen las pequeñas y medianas empresas que ofrezcan estos servicios.

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